Mientras los contemplaba...
El Rocío de la mañana los cubría,
dándoles ese candor y ese brillo encantador;
yo los acariciaba con las mirada,
cómo se acaricia a una doncella...
Parecían como que quisieran decirme algo,
pero mis oídos no lo podían escuchar,
yo no los dejaba de mirar
y en un segundo abrieron sus pétalos,
dejándome ver su intimidad,
abriéndose de par en par,
como lo hace el amor,
cuando se le acaricia hasta el alma.
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